Los siete tripulantes designados por los hados se encuentran ya a bordo del barco. Cecil Deathlone, el médico de Rama de Vida sobre el que pesa una condena de muerte, se resiste a que sus compañeros descubran la enfermedad que padece. No confía en ellos y teme que cualquier debilidad por su parte sea aprovechada por ellos. Repasa, en la soledad de su camarote, lo que sabe de ellos y se da cuenta de que posee muchos más enigmas que datos ciertos. Igual que pasa con el barco y su insólita y secreta misión. Su primer objetivo, no obstante, debería ser librarse del virus que le ha poseído, mas para eso carece hasta del equipo médico imprescindible. Aún no ha descubierto que el barco proporciona siempre lo necesario, su viejo maletín acaba de hacerse materia real en un cajón de la cómoda.
Mientras Deathlone se halla en estas reflexiones, Willibald, de Suth Seaxa, antiguo cazador de leyendas, rememora los hechos que le han traído a bordo de la goleta fantasma. Siempre le atrajeron los misterios, siempre el ansia de saber y descubrir fue más fuerte que la sensatez o la prudencia. En una de sus aventuras, quizá la aventura crucial, la única que importaba, había atrapado a una sirena marina que le condujo al hallazgo de un objeto imprevisto, una llave con la inscripción: "Biblioteca del Destino". Por eso está él aquí, para encontrar el enigma de los enigmas, el lugar que le desvelará todo lo que siempre se preguntó... pero ha registrado el barco sin ningún resultado y empieza a desesperar. Una de esas mañanas descubre consternado que la llave ha desaparecido y en su lugar hay un mapa imposible: el plano vivo y cambiante del barco.
Se ve obligado a compartir la información que posee con el resto de sus compañeros y, entre todos, seguirán el mapa y darán con la puerta de la recóndita biblioteca. La llave de Willibald descansa en la cerradura de la puerta.
El lugar tiene proporciones colosales y está abarrotado de volúmenes de diverso contenido. La Sombra descubre, en una de las enormes estanterías, cientos de volúmenes que constituyen los diarios de a bordo. Hay uno por año y en el último aparecen tan solo siete páginas escritas, una por cada uno de ellos. Han sido cuidadosamente seleccionados, nada, aparentemente, se ha dejado al azar. Cada uno de ellos tiene recursos que serán necesarios para algún fin.
En ese momento, ante sus ojos atónitos, comienza a escribirse una nueva página. Un rostro y una orden: la primera misión del Destino.
Se ve obligado a compartir la información que posee con el resto de sus compañeros y, entre todos, seguirán el mapa y darán con la puerta de la recóndita biblioteca. La llave de Willibald descansa en la cerradura de la puerta.
El lugar tiene proporciones colosales y está abarrotado de volúmenes de diverso contenido. La Sombra descubre, en una de las enormes estanterías, cientos de volúmenes que constituyen los diarios de a bordo. Hay uno por año y en el último aparecen tan solo siete páginas escritas, una por cada uno de ellos. Han sido cuidadosamente seleccionados, nada, aparentemente, se ha dejado al azar. Cada uno de ellos tiene recursos que serán necesarios para algún fin.
En ese momento, ante sus ojos atónitos, comienza a escribirse una nueva página. Un rostro y una orden: la primera misión del Destino.
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