por L. G. Morgan
BÖORTRYP
Me he despojado de mi cobertura humana,
nunca más llevaré esta piel ajena ni esta carne decadente. Mis compañeros de
viaje han mostrado un cierto horror al verme en mi auténtica naturaleza, cuando
me he mostrado ante ellos, reunidos de
nuevo en la biblioteca. Una emoción comprensible que ya esperaba. Pero el
sobresalto les ha durado poco, son tantos los hechos anómalos que hemos vivido
en nuestras travesías, que su capacidad de adaptación les permite aceptar ahora
cuestiones que en el pasado habrían sido causa de shock traumático.
— ¡Parece una especie de insecto enorme
y metálico! —ha exclamado Willibald, con más curiosidad que repulsa. —Y tus
ojos… —ha añadido mirándome con fijeza- esos ojos violáceos tan humanos
contrastan de forma extraña en la langosta gigante en que te has convertido
—aquí ya le había regresado el buen humor y lo dijo entre risas y gestos de
regocijo.
Supongo que eso ha servido para
tranquilizar al resto, dispuesto ya a aceptar lo más insólito. Cecil ha pedido
una descripción y yo mismo se la he facilitado. Tengo la forma, les he
explicado, más apta para la supervivencia y la interacción con el medio, creada
a base de elementos de distintas especies y objetos. De los humanos poseo la
bipedestación y la capacidad prensil. Y los ojos, como ha señalado Willibald,
que me fueron implantados tras ser fabricados con materiales totalmente
orgánicos.
— ¿Por qué ahora? —ha preguntado Zabbai,
la istiria-. ¿Por qué has decidido prescindir de fingimientos y concesiones?
Era difícil de explicar, porque interfieren emociones que ni yo mismo entiendo. Creo que la convivencia con todos ellos, durante tanto tiempo, y las experiencias extremas que hemos compartido, me han contaminado. Mi programa de funcionamiento es absolutamente flexible, capaz de modificarse para incorporar unidades nuevas. Eso es lo que ha tenido que pasarme, llevo en mí adiciones de elementos humanos que he ido sumando sin darme cuenta. Pero cómo explicarles todo esto, el proceso es demasiado complejo. He contestado lo único que podía:
– Es la hora de la verdad, lo presiento –a
mí mismo me ha sonado extraña esa palabra, tan humana-. Y en la hora de la
verdad cada uno seremos lo que somos, y actuaremos según nuestra naturaleza y
nuestros objetivos.Era difícil de explicar, porque interfieren emociones que ni yo mismo entiendo. Creo que la convivencia con todos ellos, durante tanto tiempo, y las experiencias extremas que hemos compartido, me han contaminado. Mi programa de funcionamiento es absolutamente flexible, capaz de modificarse para incorporar unidades nuevas. Eso es lo que ha tenido que pasarme, llevo en mí adiciones de elementos humanos que he ido sumando sin darme cuenta. Pero cómo explicarles todo esto, el proceso es demasiado complejo. He contestado lo único que podía:
Asombrosamente, han parecido entenderlo, debe de ser que compartimos las mismas sensaciones sobre el momento que se avecina. Yo no voy a esperar más, quiero mis respuestas, por eso vine aquí. Y los amos van a dármelas, de una manera o de otra.
JADAMA
Es la hora. Tal como me dijeron. Esta
playa azul y desierta, helada, frente al mar rojo e inmóvil. Va a suceder, las
profecías se han cumplido. Estoy por fin en paz, nada depende ya de mí, ¿por
qué preocuparme?
Ahí está, en el momento preciso, la silueta del barco negro contra el cielo púrpura.
Ahí está, en el momento preciso, la silueta del barco negro contra el cielo púrpura.
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