viernes, 31 de diciembre de 2010

VIAJE INFINITO A BORDO DEL "DESTINO" - 14

CAPÍTULO 14 - Misión: Asesinato
por L. G. Morgan

Las voces estallaron de pronto, todas a un tiempo, como un enjambre furioso que acabara de ser despertado.

- Quietos –exclamó Shaft con un tono autoritario que no admitía réplica-, que nadie toque nada. Puede haber algún hermano de manos ágiles empeñado en silenciar determinados datos.
     Dirigió una mirada alrededor hasta detenerse un segundo de más en Belfast, y le sonrió fríamente mientras se llevaba con discreción una mano a la culata del revólver, no pensaba volver a cometer el mismo error.
- Esto parece importante –continuó-. Yo que tú, Willibald, agarraría el libro como si mi vida dependiera de ello. Y cerraría a cal y canto este templo del saber –añadió con ironía- no sea que alguien se sienta tentado por alguna belleza más. –Luego, dirigiéndose a todos, propuso-: ¿Qué os parece si nos vamos a otra parte a estudiar el contenido del ladrillo este?
     Entre miradas de suspicacia se dirigieron al camarote principal, ese que les hacía la función de sala de estar, para comentar el hallazgo. El vaivén del barco era muy leve y los sonidos tenues. Navegaban a toda vela aprovechando el buen tiempo.
- Esto es algo extraordinario, un verdadero descubrimiento –dijo Willibald en cuanto se hallaron reunidos en torno a la mesa, dando vueltas entre las manos al grueso tomo y estudiando luego las líneas de apretada y arcaica escritura con las que se llenaban las primeras hojas.
     Lo depositó sobre la mesa para que todos pudieran verlo y entonces se dedicaron a estudiar con atención la imagen que aparecía en la última página y que, según les pareció, había ganado en definición en los últimos minutos.
     El retrato correspondía a una bellísima mujer de negros cabellos, peinados en un moño alto y exótico. Vestía un traje que Shaft y el irlandés juzgaron de época, con un enorme cuello de encaje y pliegues de terciopelo, todo cuajado de joyas.
     Antes de que ninguno tuviera tiempo de fijarse en ello, la Sombra señaló una nueva anomalía:
- Un nombre –expuso lacónica- Y una fecha.
     Efectivamente, con finos trazos de tinta violeta habían aparecido, entre el retrato y las palabras “Debe morir”, los datos siguientes: Condesa Erzsébet Báthory, 4 de Enero - 8 de Enero, 1604.
     Willibald leyó despacio lo que todos estaban contemplando perplejos.
- Que me aspen si esto nos aporta algo –se quejó Shaft-, ¿quién es la maldita mujer esta?
- Erzsébet Báthory –recitó entonces Böortryp con total naturalidad-, la Condesa Sangrienta. Nació en Hungría el 7 de Agosto de 1560, según la cronología usada en la Tierra en la Europa de esa época. Murió en el castillo de Čachtice, noroeste de la actual Eslovaquia, el 21 de Agosto de 1614, después de llevar cuatro años emparedada en una habitación de su castillo, a la que solo se le dejó una escueta abertura por donde poder pasarle el agua y el alimento.
     Ha pasado a la historia por ser una de las más sanguinarias asesinas de las que se tiene constancia. Se cree que torturó y asesinó a más de 650 mujeres jóvenes, en medio de rituales de brujería y satanismo, con el objetivo principal de beber su sangre y bañarse en ella, para conservar la eterna juventud.
- ¿Y esa es la persona que tenemos que matar? –se extrañó la Sombra, a quien la citada condesa no le era más familiar que al resto-, ¿qué tiene que ver con nosotros... o con este barco?
- Ni la más remota idea –contestó Willibald-, si las fechas de Böortryp son correctas vivirá mucho después de mi tiempo. Supongo que tal vez se ha convertido en nuestro objetivo para poner freno a sus crímenes o algo así.
- Mmmm... me parece muy extraño –intervino Zabbai, escéptica-. Personalmente no me importa a quién tenga que matar. Ofrecí mi espada a cambio de un pago más que sustancioso y estoy dispuesta a cumplir, durante el tiempo exigido. Pero me asombra que nos hayamos reunido aquí, y que este mismo navío haya sido creado, con el propósito de evitar unas cuantas muertes. ¿Será preciso acudir entonces a cuantas matanzas y guerras se libren en los infinitos mundos?
- Apostaría el cuello a que no –sonrió Belfast-, no creo que los dueños del Destino se rijan por la filantropía precisamente.
- ¿Y tú cómo lo sabes? –le interrogó Böortryp con acritud-, pareces muy seguro de ti mismo.
- Sólo especulo, amigo chatarra.
- Será mejor que no vuelvas a llamarme así –se ofendió el hombre-máquina-. Soy biónico, así que soy orgánico en un 70%.
- Dejad de comportaros como niños –se enfadó Willibald-. Estamos “todos” metidos en esto.
- Repasemos las fechas del libro –intervino tajante Deathlone-, tienen que decirnos algo. A ver, ¿por qué precisamente del 4 al 8 de Enero de 1604?
- En la mañana del día 4 –retomó la historia Böortryp, como si estuviera leyendo directamente desde un archivo y no recurriendo a la memoria-, el esposo de Erzsébet, el conde Ferenc Nádasdy muere de súbita enfermedad durante una de las muchas batallas en las que participaba, dejando a Isabel en una difícil y peculiar situación: una viuda joven, convertida en señora feudal de un importante y deseado condado de Transilvania, metida en todas las intrigas políticas pero sin ejército con que proteger su poderío.
     Es también entonces cuando sus supuestos crímenes alcanzan unos términos difíciles de imaginar, extendiéndose el rumor en toda la comarca de que en el castillo de Čachtice ocurre algo siniestro y horrible. El número de muertes y desapariciones misteriosas excede con creces las cifras habituales. Y cuando la condesa empieza a convertir en sus víctimas a algunas de las hijas de la nobleza, el asunto llega al fin a la corte y el rey Matías II de Hungría se ve obligado a tomar cartas en el asunto. Encarga la investigación a un primo de Erzsébet, que la odiaba. Y las pesquisas descubren cientos de horribles crímenes que serán sacados a la luz durante el juicio.
     Erzsébet se niega a declararse inocente o culpable y no comparece, acogiéndose a sus derechos nobiliarios. Quienes sí lo hacen, por la fuerza, son sus colaboradores, que relatan al detalle sanguinarios procesos de tortura, prácticas eróticas sadomasoquistas y asesinatos en serie. La condesa no puede ser ajusticiada dada su condición de aristócrata, por lo que se decide confinarla de por vida y confiscar todos sus bienes, lo que, de paso, enriquece notablemente a la monarquía y le permite eliminar con impunidad a sus más importantes rivales políticos, los Báthory.
     Los Archivos Nacionales de Hungría –concluyó el hombre-máquina- conservan abundante documentación sobre ella pero sus míticos diarios se hallan en paradero desconocido.
     Tras las palabras de Böortryp se hizo un hondo silencio en el camarote, interrumpido al cabo de unos segundos por Cecil Deathlone.
- Me pregunto si sería verdad... si esas prácticas de sangre y brujería serían ciertas. Y si fuera así, ¿conseguiría su objetivo?
- ¿Quién sabe? Pero se cuenta que el día en que la encontraron muerta, sus carceleros aseguraron con reverente temor que aquella era la mujer más hermosa que habían contemplado nunca.
- Es llamativo lo de los bienes –musitó Belfast, más interesado por otras cuestiones-. No puedo dejar de pensar lo bien que le vino al tal Matias que después de muerto el marido, la intrigante condesa resultara una asesina de nobles. ¿Sabéis?, eso de beber sangre, hacer magia negra, etc. era una acusación muy típica en la época, algo habitual contra judíos y disidentes. No deja de ser curioso, ¿no?
     Le interrumpió una exclamación de Zabbai, que cortó el aire como el filo de una espada.
- ¡Por los demonios de la noche! Parece que aún hay más.
     Con la vista de todos clavada en ellas fueron dibujándose unas letras violetas que completaron la sentencia “Debe morir...”

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