lunes, 21 de marzo de 2011

SINOPSIS DE LOS CAPÍTULOS 14, 15, 16 Y 17

LA AVENTURA HÚNGARA

En el cuaderno de a bordo recién descubierto se escribe ante sus ojos atónitos lo siguiente: "Debe morir, Condesa Erzsébet Báthory, 4 de Enero - 8 de Enero, 1604". Encima de estas letras hay un retrato femenino de gran realismo, se trata de una hermosa y enigmática mujer lujosamente vestida.

     El cerebro inorgánico de Böortryp posee algunas respuestas: se trata de una noble húngara de quien se dice que asesinó a cientos de mujeres jóvenes en su época, para beber su sangre y mantener así la eterna juventud. En las fechas de las que habla el libro, su esposo perdió la vida en la batalla y ella se entregó a un frenesí de muertes y torturas, que acarrearían en pocos años su destrucción y la de su familia, enriqueciendo de ese modo con sus bienes a la monarquía reinante. Los tripulantes del Destino empiezan a barajar hipótesis sobre la misión que se les encomienda y su posible objetivo. Es en esos momentos cuando se les aportan nuevas pistas: tras las palabras “Debe morir” la frase se completa con la sentencia: “más su cuerpo será conservado para albergar un ente que, atendiendo a nuestras órdenes, repare el equilibrio”
     Tras un productivo debate, llegan a la conclusión de que han de acudir a la Hungría de 1604 para transformar a la condesa y evitar sus crímenes, pero sin que nadie note ningún tipo de cambio; todo ello con el objetivo de restaurar la armonía de fuerzas existentes, destruída en esa época histórica concreta, permitiendo así a la familia Báthory conservar su influencia y ejercer de opositora ante las aspiraciones de la casa real.

La goleta les conduce a un lugar entre los mundos donde habrán de desembarcar. Willibald, el bibliotecario, se quedará a bordo hasta el desempeño de la misión. Cumpliendo las directrices del barco, hace entrega a Deathlone de un paquete anónimo que el médico tendrá que emplear de algún modo llegado el momento.
     Saltan por la borda y aterrizan en un bosque cercano al castillo de Câchtice, su lugar de destino y morada de la Condesa.
     Böortryp, haciéndose pasar por un mercader extranjero, acude solo a la oscura fortaleza para ofrecerle siervas jóvenes a la siempre necesitada Erzsébet. Llega en el preciso momento en que la condesa, recién conocida a través de un emisario la muerte del conde, su esposo, expulsa a su suegra y todo su séquito del castillo para, supuestamente, entregarse a partir de ahí al cruel desenfreno que la haría trágicamente célebre en toda Hungría.
     Tras ardua negociación el hombre-máquina consigue la promesa de la condesa de comprar su mercancía, asegurándose por tanto el acceso al castillo para él y tres de sus compañeros. Pero antes, Böortryp deberá pagar un precio inesperado a la bella y despiadada mujer que ejerce absoluto dominio allí, tendrá que servirla de un modo que ninguna máquina hubiera concebido jamás.
     Al siguiente día el hombre-máquina, Cecil y las dos mujeres del "Destino", Zabbai Zainib y Asari Misaki, son conducidos a la presencia de la Condesa Báthory. Cierran el trato y las nuevas y aparentemente dóciles siervas, son llevadas por los criados de Erzsébet a una estancia que parece una sala de tortura. Allí acaban los fingimientos, en cuanto se saben a salvo de las miradas ajenas dan buena cuenta de sus captores y se apuestan tras la gruesa puerta de hierro, en espera de la llegada de la Condesa.
     Mientras, Cecil Deathlone y Böortryp han culminado sus negocios. Simulan abandonar el castillo en pos de Ficzcó, el mayordomo, pero lo que hacen en realidad es matarle silenciosamente y franquear la entrada a Belfast y Shaft, que aguardaban afuera el desarrollo del plan.

     Regresan a la sala donde saben que estarán las mujeres y las encuentran dominando plenamente la situación, y habiendo apresado a la Condesa Báthory. Ya solo resta la parte de Cecil.
     Belfast y Shaft reducen a la altiva Señora y la atan a la pared, para que el médico pueda quitarle la vida mediante un procedimiento instantáneo e indoloro, que garantiza a la vez la integridad completa del cuerpo. Manteniendo este intacto y aún caliente, Deathlone le introduce el contenido del frasco que había traído consigo del barco, en el paquete entregado por Willibald. Se trata de un enjambre de nanorobots que se harán con el control del cuerpo de la Condesa, haciéndole actuar como si estuviera viva y según las directrices de los amos del “Destino”.
     Una vez realizada la parte crítica de su cometido, los tripulantes del navío fantasma habrán de ocuparse de unas últimas cuestiones: eliminarán los cuerpos de los criados muertos, reclutarán nuevo servicio para el castillo y crearán un pequeño ejército, bien entrenado, que lo defienda en el futuro incluso de las fuerzas del propio rey.

El plazo expira, deben volver al barco. En el momento señalado Willibald, tal como tiene encomendado, enciende a bordo los fanales de posición y, guiándose por las cálidas luces, todos ellos regresan a la nave, sintiendo por un momento que vuelven a casa, al hogar, aunque se trate, como es el caso, de un hogar funesto y maldito.


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