CAPÍTULO 31 - Una extraña misión
por Alex Godmir
─ Buenos días a todos ─dijo Willibald tan pronto entró en el comedor.
En la sala se encontraban todos los pasajeros del Destino, a excepción de Böortryp.
Misaki y Zabbai estaban juntas en una mesa, ocupadas al parecer en un extraño juego de lógica del cual sólo ellas conocían las reglas. A pocos metros de distancia se encontraba Deathlone, limpiando los diversos instrumentos de su maletín. Shaft y Belfast se sentaban en otra, enfrascados en una discusión sobre un deporte propio del mundo del primero; Béisbol.
Las últimas aventuras no parecían haber hecho mella en el grupo, ni fomentado rencillas entre los miembros. Si bien tampoco podía asegurarse que simplemente todos y cada uno de ellos no estuviera fingiendo ante los demás.
─ ¡Tenemos una nueva misión! ─dijo manteniendo su entusiasmo─ Aunque, la verdad, los datos que tengo son, ¿cómo decirlo? Algo vagos.
Su comentario no pareció suscitar demasiada emoción entre los otros. Tan sólo Misaki dirigió un suave gesto y una mirada hacia él.
─ Bueno ─habló Cecil mientras continuaba aseando sus artilugios─, ¿a quién tenemos que matar? ¿O sustituir? ¿O simplemente molestar? ¿Alguna guerra?
Willibald hijo caso omiso del sarcasmo inherente a las palabras del médico y se acercó a la mesa central, donde acostumbraban a reunirse para comentar y planear sus acciones. Desenrolló un extraño pergamino con sumo cuidado y lo extendió sobre la madera. Tras hacerlo tomó asiento y aguardó a que el resto dejaran sus ocupaciones y se aproximaran.
─ Como he dicho ─continuó─, no tengo demasiado claro cuál es nuestra tarea.
Las dos mujeres interrumpieron su juego y se decidieron a prestarle la atención merecida al señor de Suth Seaxa. Shaft y Belfast las imitaron. El médico, por el contrario, continuó sin moverse. Aunque todos sabían que sus sentidos estaban centrados allí.
La puerta se abrió y apareció Böortryp, llevando consigo un enorme saco, que descargó pesadamente sobre una de las mesas laterales.
─ Sigo intentando identificar los peces y demás animales marinos que pueblan los mares que ahora recorremos ─dijo─. Aunque la verdad, los últimos que he pescado pueden provenir de tantos sistema y mundos, que me resulta imposible ubicarnos temporal o espacialmente.
Al ver al resto reunidos en torno a la mesa central, se acercó a echar un vistazo.
─ Está repleto de dibujos extraños y letras irreconocibles ─dijo Zabbai mientras reseguía con los dedos las líneas de una de las ilustraciones.
─ No son dibujos ─negó Willibald─. Son formulas y representaciones gráficas de problemas matemáticos.
Miró a Böortryp, imaginando que el hombre máquina debía de saber con más exactitud que él mismo el contenido. Los demás le imitaron, pues ya había quedado patente en varias ocasiones que su compañero de viaje poseía unos vastos conocimientos sobre prácticamente cualquier ciencia.
─ A mi me recuerdan a las fórmulas y diagramas que mi profesor de ciencias utilizaba en el instituto ─dijo Shaft─. Siempre me pareció todo mucho papel desperdiciado en teorías. Nada realmente útil.
─ Un buen diagrama ─le cortó Deathlone─, con adecuadas especificaciones, podría permitirme diseccionarte entero matando tus terminaciones nerviosas para que no sintieras nada. Y todo ello con los ojos cerrados.
─ Todas las ciencias tienen un campo práctico ─habló Belfast─. Y siempre habrá ratas de laboratorio que se pasarán toda su vida investigando para que otros, más listos, aprovechen sus conocimientos en algo productivo.
─ Generalmente destructivo ─añadió Misaki─ y seguramente mortal para muchos.
─ Bueno ─alzó la voz ligeramente Willibald─, el caso es que este pergamino, según he deducido, permite abrir una especie de portal hacia otro mundo.
─ De hecho ─le corrigió Böortryp─, abre un agujero hacia otra dimensión; la duodécima concretamente. La cuestión es, ¿qué se nos ha perdido en ese plano de existencia?
─ Perdonad mis nulos conocimientos científicos ─le interrumpió Shaft─, pero no tengo ni la más remota idea de qué estáis hablando.
Belfast dejó escapar una sonora carcajada, al tiempo que ponía su mano suavemente sobre el hombro del otro.
─ Me encanta que seas tan sincero ─dijo─. Bruto y poco cultivado, aunque sincero y eficaz.
La mirada y su expresión le indicó que retirara la mano de donde la tenía, cosa que Belfast hizo con naturalidad, quizás deliberadamente más despacio de lo habitual.
─ Actualmente nosotros nos movemos sólo en cuatro dimensiones ─continuó─: tres dimensiones espaciales y una temporal.
─ Eso no es del todo exacto ─interrumpió Böortryp─. Desde que estamos en el Destino interactuamos con la otra dimensión temporal ocasionalmente y algunas de las otras sietes físicas restantes. Aunque no podéis percibirlas como tales, ya que vuestros organismos no están preparados para ello.
A ninguno de los otros se le escapó que el hombre máquina no se había incluido.
─ Dejad la discusiones teóricas, por favor ─se puso en pie Willibald─. Lo cierto es que el pergamino nos indica cómo abrir el acceso hacia allí, pero no para qué.
Deathlone, que había permanecido ajeno a la discusión, aunque atento, se puso en pie y se dirigió hacia la mesa central.
─ ¿Seguro que no dice nada? ─preguntó─ ¿Lo has mirado con atención?
─ Sí ─asintió─, salvo los diagramas y las fórmulas no hay más información en este lienzo.
─ Eso no es del todo cierto ─habló Zabbai─. Presta atención, no con los ojos, sino con las manos. Las líneas de los dibujos no son uniformes, sino que tienen distintos grosores. Hay alguna pauta.
La mujer reseguía con las yemas de los dedos aquello que había notado tan pronto como tocó el lienzo.
─ Esperad ─se incorporó Shaft al tiempo que ponía las manos sobre el pergamino e imitaba a la mujer─. Yo conozco esto, es Braille.
─ El lenguaje para los ciegos de tu mundo ─dijo Böortryp con naturalidad.
Al escuchar aquello Deathlone se acercó también y tocó uno de los diagramas.
─ Yo conozco esa escritura ─habló más para sí mismo que para los demás─. Puedo leerlo.
─ Yo también ─sonrió Shaft─. Lo aprendí de pequeño. Cecil, tú empieza por ese lado y yo por este.
Ambos se pusieron manos a la obra, mientras Willibald anotaba cada letra, cada sílaba, que ellos le iban diciendo. Los demás escuchaban atentamente, si bien nadie más hablaba.
Al terminar la última parte, todos echaron un vistazo a lo que había escrito.
“En la duodécima puerta tres entrarán, mas sólo dos volverán por el mismo camino. El tercero, otra senda distinta seguirá. Y si no lo logra, el Destino su alma no recobrará. Los que permanezcan en el navío, un sacrificio estarán obligados a entregar. Pues la duodécima puerta un precio a todos reclamará.”
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