sábado, 30 de julio de 2011

EPÍLOGO

SIGLOS ATRÁS
por Alex Godmir y Gerard P. Cortés

El Aurus no sólo había transportado a Belfast en el tiempo, sino también entre mundos. El que pisaba ahora mismo, enfundado en un abrigo negro que había tenido que robar para pasar desapercibido, estaba habitado por criaturas muy parecidas a Böortryp.
     Las calles estaban surcadas por cables de datos y los edificios parecían menos eso que torres enormes llenas de servidores rebosantes de información.
     Se caló el sombrero y se metió en un callejón que sí conocía, de uno de los recuerdos que había visto con su ojo derecho, atrapado en la duodécima dimensión.
     También sabía quién era la mujer que le esperaba en él. El mensaje que le había mandado para que se reuniera con él allí era breve, pero consiguió despertar la curiosidad de ella.
─ Y dime ─habló Jadama Deathlone─. ¿Por qué debo buscarle? ¿Cómo sé que está vivo?
     Él dejó escapar una carcajada.
─ Está vivo debido a que se encuentra atrapado en un lugar donde el tiempo no transcurre igual. Y debes buscarle porque él también te está buscando a ti. Está escrito que os encontraréis.
     Jadama se giró hacia la salida del callejón, como si temiera ser escuchada por otros.
─ No me has dicho la razón de que me reveles esto ─dijo con seriedad─, ni qué deseas a cambio.
─ Tan desconfiada y suspicaz como tu hermano ─sonrió Belfast.
     Belfast se quitó el sombrero. Su ojo mecánico brilló a la luz de las farolas.
─ Tu hermanito y yo hemos compartido unas cuantas aventuras ─continuó─ y seguramente compartiremos algunas más. Pero por circunstancias que no vienen al caso él no podrá verte hasta dentro de unos años ─dejó la frase en suspenso─… unos siglos quizás. No lo sé con certeza. Encontrarás las señales gracias a esto.
     Le entregó un medallón azulado con forma de ancla, sujeto por una cadena metálica.
─ Aún no me has dicho por qué ─insistió ella.
─ Digamos que le debo una a tu hermano ─cerró la frase con una sonrisa.
     Tras decir eso se marchó del callejón, sin mirar atrás.
Jadama se dirigió a la costa, intrigada, aunque no sólo por lo que el desconocido le había contado sobre su hermano.
     Su barco la esperaba en el amarre acordado y su segundo al mando, un albino enorme con una cicatriz que le cruzaba toda la cara, la recibió en cubierta.
─ ¿Ha descubierto lo que quería, mi señora?
─ No, sólo se han formulado más preguntas en el horizonte. Y, tal vez, se hayan abierto algunas oportunidades.
─ ¿A qué se refiere?
─ Mientras estaba con ese hombre, he sentido la presencia de cierto objeto.
─ Se refiere a…
─ En efecto, Jean Luque, un Aurus. Y tengo la impresión de que, cuando consiga encontrar a mi hermano, él me llevará hasta el resto.

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