viernes, 22 de julio de 2011

VIAJE INFINITO A BORDO DEL "DESTINO" 43

CAPÍTULO 43 - El Mago
por Gerard P. Cortés

El Hombre Máquina vomitó un líquido negro y viscoso en el mar azul. Un pez salió a la superficie, muerto, antes de que la mancha oscura se disolviese.
     Si bien era cierto que una misión de aquellas características, con la tripulación repartida entre los diversos puntos del país, requería un seguimiento exhaustivo desde la distancia, sus motivos para pasar de esa excursión eran más privados.
     Desde el contacto con los señores de la Duodécima Dimensión su cubierta orgánica se había ido degradando a una velocidad cada vez mayor, y los esfuerzos que hacía para ocultárselo a sus compañeros lo estaban agotando. De poco hubiera servido en un enfrentamiento físico, y en su actual estado era más fácil que su existencia llegase a un fin prematuro que otra cosa.
     Aun así, no podía quedarse atrapado en ese barco pudriéndose, necesitaba sangre y carne vivas, y las necesitaba ahora.
     Un zumbido en el comunicador puso fin a sus cavilaciones.
- Böodtryp, ¿estás ahí?
- Estoy aquí, John Shaft.
- Bien. Necesito que me digas cómo le va a las chicas en Escocia. Perdimos la  comunicación después de que Tynan interviniera.
     El ser mecánico comprobó las imágenes del satélite.
- Los espectros están diezmando el ejército de Wallace. Todo parece indicar que Asari Misaki y Zabbai Zainib alcanzarán a su líder en breve. Deberías dejar de preocuparte por ellas y centrarte en tu misión, los datos que recibo de ti y de Belfast no muestran adelanto alguno en vuestra tarea.
- Compruébalos otra vez, ¿quieres? Estamos a punto de encontrar al Mago.
     Shaft apagó el comunicador bruscamente.
- Maldita máquina -gruñó. Aunque tenía algo de razón. Conocía de sobras la capacidad de Zabbai, ¿por qué de pronto sentía la necesidad de protegerla?  Mucho había cambiado en sus sentimientos tras la noche que compartieron en Manhattan. Más de lo que le gustaría admitir.
     Belfast apareció de pronto, saliendo de la puerta de una taberna cercana. Por un instante le pareció que el interior del local brillaba en tonos rojos, como si estuviera en llamas.
- Ya está. Tengo la dirección.
- ¿Cómo lo has hecho?
- He reclamado un viejo favor.
- Creía que nunca habías estado en este mundo.
- No, pero tengo un viejo amigo que ha tenido más de un encontronazo con el mago que buscamos.
- ¿Amigo tuyo? Puedo imaginar porque no has querido que entrara contigo, no fuera alguien a desvelar parte de ese misterio en el que te has envuelto.
- Mi amigo no estaba en el bar.
- ¿Qué?
- Sólo necesitaba usar la puerta. Si sabes cómo hacerlo, te pueden llevar a casi cualquier sitio.

La noche cayó en Sherwood sin que Willibald abandonara su posición. La paciencia era más importante aun que la puntería, para un cazador, y él andaba sobrado de las dos. Aunque no se le ocurriría decir que no a un traguito de ron.
     El arquero no había asomado la cabeza en todo el día y parecía que la noche no iba a traer más novedades, cuando distinguió un reflejo en una de las ventanas del piso superior.
     A una velocidad difícil de creer, una flecha cruzó la distancia y se clavó en el cañón de su rifle antes de que pudiera dispararlo siquiera. El Arquero se asomó y le dedicó una sonrisa desafiante. Willibald sonrió a su vez.
     Acababa de aceptar el desafío.

La torre nacía en el centro de la ruina que un día había sido Picadilly Circus y llegaba hasta más allá de las nubes. Ahora que conocían el hechizo para verla parecía imposible que pudiera haberles pasado desapercibida todo este tiempo. Por lo demás, nadie se acercaba al campo de batalla donde el ejército británico perdió la guerra contra los siete intrusos que vinieron a reclamar su país para si. Decían que el lugar estaba maldito y, seguramente, tenían razón.
     El rey había decretado que no se construyera nada en la zona y que no se retiraran los cadáveres ni los carros de combate del enemigo. Una táctica oportuna, pensó Shaft, si lo que se pretendía era construir una torre invisible de kilómetros de altura.
- Espero que tenga ascensor -bromeó.
- No nos hará falta -dijo secamente Belfast y los dos comenzaron a flotar.
     A la altura del último piso, el policía ya había vomitado dos veces y sentía que le faltaba el aire. Entraron por una ventana abierta que daba a una oscura sala de dimensiones descomunales.
     Al fondo, un viejo parecía dormitar en un sillón ajado.
- Así que sois vosotros -dijo levantando la cabeza-. No parecéis gran cosa.
- Puede que no te lo parezcamos, pero te aseguro que…
     A un gesto de la mano del viejo, John Shaft desapareció en un haz de luz oscura. Belfast lo miró sobresaltado.
- Oh, no te preocupes por tu compañero. Sólo lo he enviado lejos de aquí, con un amigo mío, para que podamos estar solos. Al fin y al cabo es a ti a quien esperaba.
- Cuánto honor, Merlín.
- Me tienes en desventaja, sabes mi nombre, pero yo no puedo leer el tuyo. ¿Acaso no tienes?
- No desde hace mucho, pero puedes llamarme Belfast durante los minutos de vida que te quedan.
     El viejo se levantó, mesándose la barba.
- Unas palabras valientes, pero tal vez apresuradas. Debes de creerte un mago muy poderoso.
- Mucha gente me ha llamado así, pero no soy un mago. Aunque conozco algunos trucos.
- No, ya lo veo. No naciste con el poder, lo robaste o lo compraste a lo largo de muchos años. Debo reconocer que te conservas bien.
- Mejor que tú.
     Merlín alzó el brazo y en su mano apareció una larga vara cuyo extremo ardía sin consumirse.
- Eso lo veremos.

Böodtryp se levantó de su sitio tras cortar la transmisión con Escocia. La batalla había terminado y Zabbai Zainib le había informado de su intención de reunirse con John Shaft y Belfast tan pronto como Tynan pudiera llevarles. No le dijo nada sobre la desaparición del policía, al que ya no podía localizar con el satélite.
     Se dirigió a cubierta y tomó uno de los botes, hasta el que se descolgó con esfuerzo. Había llegado el momento, no lo podía prorrogar más.
     Esa misma noche las calles de Londres le proporcionarían la sangre que necesitaba.

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