viernes, 23 de diciembre de 2011

LOS AMOS DEL DESTINO - 17

Capítulo 17 – La jugada del solitario -4
por Alex Godmir
– ¿Y bien? –preguntó Asari Misaki– ¿Nadie va a preguntar lo evidente?
      Su mirada estaba fija en el capitán de los espectros, que aún permanecía sentado y sonriente.
– Supongo que te refieres al hecho de que Sgiobair Tynan haya reconocido que ya había sido tripulante del Destino anteriormente –dijo Böortryp–. Tengo diversas teorías al respecto, pero sin duda estaría bien que él nos lo explicara.
      Belfast miró al hombre máquina, pero no con su ojo de carne, sino con el mecánico. Un rápido cruce de miradas le transmitió un mensaje, que captó y comprendió al instante. No le gustó lo que decía. Era una sencilla afirmación: tú ya lo sabías.
– ¿Qué eres entonces? –preguntó Zabbai Zainib– ¿Un espía de los Amos? ¿Un vigilante? ¿O quizás nuestro verdugo?
      El capitán de los espectros rió con estruendo, mostrando su desgastada dentadura.
– No tengo idea de por qué llegué aquí de nuevo –respondió–. De hecho ni siquiera estoy seguro de que estos recuerdos sean míos. Mi mente me dice que soy hombre de mar, que he vivido mucho. Pero también me cuenta que dejé de vivir, de existir, hace largo tiempo. Los espectros son mis amigos, mis compañeros de viaje. He servido en este barco y en muchos otros. Incluso creo que he comandado algún navío, como también fui pirata. He sido verdugo y victima de varios. He poseído a infinidad de mujeres e incluso dejado vástagos dispersos por el tiempo y el espacio.
      Se puso de pie con parsimonia.
– Supongo que todos tenemos nuestras vidas pasadas –continuó mientras miraba a Belfast–, donde hicimos amigos y enemigos. Pero lo que cuenta es el aquí y el ahora.
– Exacto –le cortó Cecil Deathlone–. Ya nos explicará en otro momento quién narices es y por qué está aquí. Lo que ahora nos interesa es conocer lo máximo posible sobre esa isla. Has dicho que tú cruzaste la selva y llegaste al puente. ¿Qué puente y por qué no fuiste más allá?
     Willibald miró al hombre mientras descendía de su posición con una cuerda. En aquel momento le daba la espalda y era vulnerable. Si lanzaba el cuchillo sería un blanco fácil. Pero no. No lo haría. Si había algo más urgente para él mismo que salvar su vida era satisfacer su curiosidad.
– Veo que no me has matado por la espalda –dijo el desconocido–. Supongo que las ganas de saber quién soy te pueden. Además también habrás pensado que así estaremos en paz.
     El cazador asintió. Aquel tipo parecía conocerle muy bien. Y su olor, su forma de vestir, incluso de moverse, le resultaban demasiado cercanas, casi familiares.
– Quieres saber por qué te resulto tan familiar. Y tranquilo –dijo el desconocido al ver la expresión de sorpresa del otro–, no puedo leer la mente. Ni siquiera estoy usando capacidad mágica alguna. Simplemente puede decirse que te conozco muy bien. Consulta el cuaderno y verás qué indica sobre la prueba que viene después de la selva; sobre el puente.
     Willibald hizo lo que le decía y abrió el cuaderno, que ya llevaba en la mano.
“El puente que une dos lugares que no deben estar jamás en contacto. Nadie puede cruzarlo sin renunciar a su mejor destino. Y renunciar supone volver a la incertidumbre que el puente ha despejado.”
– Llegué al puente donde se cruzan dos sendas –explicó Tynan–, que no deben jamás cruzarse para garantizar la estabilidad del tiempo. Gracias al Aurus existe un punto intermedio donde presente y futuro se topan. Y el riesgo es enorme.
     Belfast se echó a reír de forma estridente y exagerada, como si las palabras del capitán de los espectros hubieran sido un gran chiste.
– No digas tonterías –dijo–, viejo loco. Yo me he movido por tiempos y universos diversos durante siglos de mi existencia. Incluso vosotros conmigo, desde que estamos en el Destino.
     El otro asintió.
– Pero existe una línea temporal que jamás has tocado directamente –sonrió–. Una que hasta tú mismo te lo pensarías dos veces antes de cambiar.
     El pelirrojo lo miró sin comprender. Los demás le imitaron, aguardando una aclaración.
– La única línea temporal que uno mismo no debería tocar jamás –habló Böortryp– es la que enfrenta tu propia vida; tu pasado, presente y futuro. Si uno se topa con su yo futuro existe el riesgo de que todo cambie, o simplemente deje de existir.
– ¿Y cuál es el problema? –preguntó Deathlone– Lo peor que podría pasar sería que tu yo futuro te matara, lo cual provocaría una paradoja temporal –calló un instante mientras valoraba la posibilidad–… algo muy interesante.
– El riesgo no es ése –negó Tynan–, por lo menos en el puente. La prueba te enfrentará a la decisión más dura que cualquier individuo debe afrontar –dejó la frase en suspenso, mientras miraba a los demás, uno por uno–… renunciar o no a su mejor destino.
     Willibald cerró el cuaderno con parsimonia, valorando el significado de las palabras. El desconocido se había despojado de la capa que le ocultaba, dejando al descubierto su rostro. El cazador lo miró fijamente, reconociendo las marcas de la edad en una cara que conocía muy bien.
– Así que tú eres mi yo del futuro –dijo mientras sonreía–. Veo que el tiempo no me ha tratado del todo mal.
– Soy más que eso –rió el otro–. Willibald el cazador de leyendas hace tanto tiempo que dejó de existir que casi me hacía ilusión volver a presentarme como él. Soy tu mejor destino, la culminación de lo que tú serás en el futuro –hizo una pausa–… si todo sigue su curso, por supuesto.
     Willibald miró nuevamente a su interlocutor; a sí mismo venido de un futuro indeterminado. Aquello implicaba una verdad absoluta; que no iba a morir por lo menos hasta llegado ese punto de su propia línea temporal… si todo seguía su curso.
– Como tú mismo has deducido –continuó el Willibald del futuro–, no morirás aquí. Pero como también has adivinado, la garantía de que eso ocurra pasa por el hecho de renunciar a seguir adelante, a cruzar el puente.
– Eso nos lleva a una sencilla cuestión. ¿Si intento cruzarlo me detendrás?

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