viernes, 25 de mayo de 2012

LOS AMOS DEL DESTINO - 39

CAPÍTULO 39 - Ejecutando el plan
por Alex Godmir

Todo estaba listo para abrir el portal. Había preparado los conjuros adecuados, formulado los cánticos necesarios e inscrito los sortilegios de contención requeridos. Abrir una puerta a la Duodécima dimensión no estaba al alcance de la mayoría de seres, ni podía hacerse en cualquier lugar.
      Ejedan Grunter había accedido a aquel plano de existencia a través de la vigilia del sueño, si bien hábilmente protegido en su estancia de la isla fortificada de Rama de Vida. Aquel centro de investigación poseía todas las características necesarias para actuar como canal de comunicación entre ambas dimensiones. También el navío Destino contaba con las mismas capacidades. Pero, para la embarcación de Jadama Deathlone, resultaba un riesgo elevado. Por eso había planificado con sumo cuidado todo el proceso.
      El médico de Rama de Vida continuaba en la sala de interrogatorios, si bien su estado había mejorado considerablemente. Necesitó emplearse a fondo para recuperar al hombre, después de haberlo torturado durante semanas. No sólo su cuerpo había quedado irremediablemente dañado, sino también su mente. La magia restauradora de las Numoídas y algo de ilusionismo le habían hecho creer a Ejedan Grunter que estaba restablecido y a salvo en las instalaciones de su orden. Así sería más sencillo acceder a la Duodécima dimensión. Él abriría la puerta por propia voluntad. Aunque en realidad sería ella quien entraría.
– Jean Luque, tráemelo aquí –dijo a su subordinado–. Pero no le toques. El hechizo podría romperse.
     El hombre asintió con la cabeza y salió con rapidez.
     Jadama cogió entre sus manos los anteojos y valoró si usarlos antes de entrar. El Aurus podía enseñarle qué había al otro lado, si bien realmente no estaba convencida de que aquello fuera de utilidad. Entrar en contacto con aquellos seres era un riesgo elevado, aunque fuera de forma indirecta. Pero el coste ya lo había asumido. Más información sobre el lugar al que iba a ir no supondría una ventaja adicional. Tras meditarlo unos segundos más, dejó el objeto de nuevo en el cofre y lo cerró.
     Justo en ese momento entró cojeando el médico de Rama de Vida. Su aspecto era deplorable, si bien ya el hecho de poder moverse y mantenerse erguido era de por sí un mérito. Le sonrió, pues era consciente de que el hombre se veía a sí mismo perfectamente sano. La ilusión implantada en su cerebro resultaba plenamente efectiva.
– Este esclavo me ha dicho que usted quería verme –dijo de forma apenas comprensible–. Espero que sea importante.
– Así es –le hizo una seña para que se acercara más–. El Gran consejo ha sabido que usted está en contacto con ciertos seres que habitan la Duodécima dimensión.
     El hombre abrió los ojos en señal de sorpresa.
– No nos importa el cómo ni el por qué –continuó–. Necesitamos que contacte con ellos nuevamente y les haga unas preguntas.
– ¿Unas preguntas? –balbuceó– En ese lugar todo tiene un precio. No se les puede interrogar y dudo mucho que yo tenga ya nada que usar como moneda de cambio. Ya se llevaron de mí lo que les interesaba.
– No se preocupe –sonrió Jadama–. Usted sólo actuara de intermediario para entrar. Seremos nosotros quienes negociaremos y ofreceremos.
     El hombre la miró con suspicacia, mientras su mente trataba de lanzarle señales sutiles de que algo no marchaba adecuadamente.
– El portal ya está abierto –insistió ella–. No podemos perder más tiempo. Usted solo debe cruzar y nosotros haremos el resto.
     Sabía bien que la ilusión duraría pocos minutos más y al desaparecer sería imposible convencerlo de que entrara. Y resultaba imprescindible que accediera por propia voluntad. Era el único modo de contactar con aquel plano de existencia.
     El médico pareció convencerse y se acercó, aún vacilante, al portal. Lo último que percibió antes de desaparecer por el portal fue cómo se disipaba el hechizo y a su mente retornaba la realidad; los días de tortura y dónde se encontraba en realidad.

La sensación, más concretamente la ausencia de sensaciones, la embargó. Había vinculado su mente y su voluntad en un rincón de los pensamientos de Ejedan Grunter. Hasta el instante exacto en el que cruzó el hombre al otro lado, su ardid había permanecido oculto, a salvo. Si bien era consciente de que ya no era necesario mantenerlo así.
– Has superado las expectativas, mujer –el pensamiento la rodeó dentro de la propia mente del médico.
     El hombre había sido relegado a un mero recuerdo dentro de sí mismo. Personalidad, experiencia, vivencias, reunidas en un fragmento de memoria donde era imposible que cupiera todo. Poco quedaba ya, pues el contenido de su vida se había canibalizado a sí mismo, devorándose para ocupar el escueto espacio.
     Jadama intentó pensar el modo más adecuado de actuar, de presentarse. Sabía que los habitantes de la Duodécima eran todopoderosos en su hogar, si bien su plan se basaba en una suposición sencilla pero efectiva; cuando tienes todo el poder los detalles insignificantes pasan desapercibidos. Y su mente contenida dentro del médico resultaba apenas perceptible. Al menos eso pensaba.
– No seas modesta –continuó el pensamiento–. Tu mente, tu personalidad y tu ser son de lejos mucho más importantes que las de este individuo y difícilmente hubiera podido ocultarte. Además –añadió–, nosotros nos nutrimos de experiencias y recorremos las vidas de los que acceden a nuestra dimensión. Y si alguien entra de nuevo lo observamos al detalle, para captar lo que ha cambiado.
– En resumen –se atrevió Jadama a expresar con claridad–, todo mi plan no ha servido para nada. Estoy a vuestra merced a pesar de haber intentado evitarlo –hizo una pausa–. No me gusta estar en posición de debilidad.
     Unas carcajadas se propagaron por todos los rincones de la mente de la mujer y la dejaron aturdida.
– Tú jamás serás una persona débil. No lo fuiste ni en tu más tierna infancia, ni tampoco cuando eras una neófita en las Numoidas. Sí –continuó el pensamiento–, lo sabemos todo sobre tu vida hasta el momento. Y sabemos mucho más, razón por la que estás aquí. La cuestión es, como se le planteó a tu hermano antes que a ti, ¿qué estás dispuesta a sacrificar por las respuestas de buscas?

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